Cedro

viernes, 30 de enero de 2015

El hombre que escupió a Buda

Un hombre se acercó a Buda y sin mediar una sola palabra, le escupió a la cara; provocando el enfurecimiento de los discípulos.
El más cercano, llamado Ananda, que había sido un guerrero, dirigiéndose a Buda, le requirió:
¡Dame permiso, para que le dé a este hombre su merecido!

Buda, con total serenidad, se limpió el rostro y dijo a Ananda:
No, yo hablaré con él.

Uniendo sus manos en señal de reverencia, Buda le habló así al hombre:
Muchas gracias, porque con tu actitud, he podido comprobar si podía la ira invadirme, y no puede; te lo agradezco sinceramente.

También has hecho, que se llene de ira mi discípulo Ananda; ¡muchas gracias! ¡Te estamos muy agradecidos! Y por eso queremos hacerte esta invitación: siempre que sientas la necesidad de escupir a alguien, por favor, piensa que puedes venir a nosotros.

El hombre, profundamente conmocionado, no daba crédito a sus oídos; ya que había ido a provocar la ira de Buda, fracasando en su intento. Aquella noche no pudo conciliar el sueño y estuvo dando vueltas en la cama; el remordimiento le perseguía sin cesar. Había escupido a Buda y éste permaneció sereno, y con calma total, como si no hubiera ocurrido nada. Muy temprano al día siguiente, volvió precipitado y se postró a los pies de Buda rogando:
Por favor, perdóname por el agravio de ayer, me arrepiento y no puedo dormir.

Buda respondió:
Yo no puedo perdonarte, porque para ello deberías haberme enojado y eso nunca sucedió.
Ha pasado un día, y ni tú eres el mismo, ni yo soy el mismo, y te aseguro que no hay nada que perdonar.
Si necesitas perdón, ve ante Ananda; póstrate a sus pies y pídele que te perdone. Él si se enojó, y seguro que quiere que le pidas perdón.

Moraleja: quien a otro escupe, así mismo le repercute.


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